Conocí a Martin, así, sin tilde, un martes en una tarde de invierno. La tormenta de afuera me impedía volver a casa y me resigne a beber una cerveza en el pequeño restaurante familiar al que había llegado por casualidad.
Del lugar me había llamado la a atención la decoración acogedora tipo sala de estar y un anuncio en el que se le informaba a los clientes que con traer una botella de plástico, se les puede rellenar con cerveza artesanal de un productor local. En fin, ahí estaba yo sin botellas pero probando la cerveza y esperando a que el clima mejorara un poco. En la barra se sentó al lado mío un hombre alto, rubio, de ojos azules y pelo largo quien le pidió al barman “la del disfrute”. El barman quien al parecer le conocía bastante bien,le entregó una cerveza como la mía y empezamos a charlar. El clima, la cerveza, el concepto del restaurante, las botellas, la barra y en fin, el lugar de donde veníamos y un poco de la vida.
Su nombre era Martin, así, sin tilde, tenía mi edad, tres problemas, tres ingresos, tres canciones favoritas, dos trabajos, dos hijas y una cerveza. Así era, su ex esposa estaba sumida en las drogas, lo perseguía para pedirle dinero y el tenía que cambiar constantemente de casa para proteger a las niñas. Ellas de 9 y 12 años estaban a su cargo, por lo tanto Martin a parte de ser el padre responsable, trabajaba en turnos como camillero, en ese bar como barman los fines de semana y donaba sangre esporádicamente para tener un ingreso adicional. No parecía precisamente alarmado por ese ritmo de vida, pero se sonrojaba con tener que charlar sobre menstruación con la hija mayor, era su mayor reto y quería ser un papá ejemplar también para acallar a todos los padres de la escuela, en la que los miraban casi con lástima.
Ese martes de invierno era su día libre, las niñas estaban con los abuelos, la cerveza fría y por el clima nadie más llegaría al restaurante. Nos quedamos mirando su cerveza, “la del disfrute” y el bartender sugirió que no fuera solo una cerveza para disfrutar la vida, esa tarde iba a ser la casa quien pagaba los tragos. Cerramos el local, bajamos las persianas y esperamos a que la tormenta pasara con otros dos comensales. Estuvimos en una especie de cápsula del disfrute, de la vida, un paréntesis a los problemas con música a todo volumen. Nuestras vidas vacías de repente se llenaron de cerveza artesanal de un productor local y fuimos felices.
Martin, así, sin tilde ¿Sus canciones favoritas?
Tragedy – Bee Gees
Super Trouper – ABBA
Only happy when it rains – Garbage